31 de Diciembre
Escucha. Escuchános. Habla. Habla por nosotras. ¡Te toca! ¿Cómo qué me toca? Ay no, por favor, ¿por qué me están llamando? Parecería loca, loca, loca.
Tantos años rehusándome no han servido de nada. Luego llega el último día del año 2024 y ahora acepto. Acepto, acepto, acepto. Todavía recuerdo el primer año que llegué a Noruega, en un speech alguien dijo “De Liz, no sé qué decir, pero solamente puedo decir que eres fuera de este mundo” y las lágrimas empezaron a querer brotar de mis ojos. ¿A qué venía a Noruega? Una travesía el empacar mis cosas con ayuda de mis amigas para poder salir pronto. Mi casa se rentó con la primer persona que vino a visitarla. Es así como entendí que me estaban empujando a salir. Algo venía a hacer a esta ciudad de Kristiansand. ¿Qué era? No entendía y me rehusaba. Mas no tenía ya otra escapatoria. Tenía que salir de mi tierra natal Monterrey, mi terruño, dejar atrás mi familia, mis raíces, mi tesoro de amigas, mi negocio encargado. ¿Todo para qué? ¿Todo para qué? ¿Para qué tanto amor? En principio era una aventura de un año y luego se convirtió en algo tan placentero que era difícil de dejar.
Ahora en este día que empezó a nevar, es el momento de comenzar. En este día con la paz del blanco a mi alrededor. El ver caer la nieve y el mar calmado desde la ventana me da la energía para poder iluminar este círculo. Para poder completar lo que Dios, el sol, la luna, las estrellas, el cielo entero querían. Ciento ocho veces. Y vaya que manera tan increíble de darme todo eso que necesitaba ver. Solo a través de la calma y paz de estos años puedo ahora tener la claridad y el tiempo para escuchar. Escuchar y hablar. Vaya momento en este último día del año para agradecer por el tiempo, por la oportunidad, por las enseñanzas, por las nuevas amistades, las tristezas, la depresión, el amor, la vida, la salud, las alegrías, las tristezas, las críticas, las porras, las simplezas, la humildad, la bondad, la maldad. Todo esto es parte de la humanidad.
De esto voy a hablar. Porque todo eso existe alrededor de nosotros. Solo nosotros podemos hacer los cambios que se necesitan. Esa tienda de cosas de segunda mano me dio alegría, el ver personas corriendo mientras está nevando con tanta naturalidad me impresiona. Ver la sonrisa de la persona cobrando en Vinmonopolet haciendo preguntas en noruego y yo contestando por fin en su propio idioma y al final me dice en inglés “Happy New Year” que manera tan increíble de hacer sentir bien a alguien más con esas tres simples palabras en un idioma que seguramente el sabía iba a reconocer mejor. Es gracias a esa sonrisa y esa persona que he sobrevivido, él y muchos más cómo él. Con ese cariño y ese gesto inyectan esa batería que necesito cada día. La caricia de mi amiga al empezar nuestra clase para ejercitar nuestro cuerpo, el abrazo de la instructora que da amor con todo su ser, que nos dio un regalo para terminar el año. Jamás me hubiera imaginado estarme levantando a las 7 am en un día de vacaciones para poder ir a hacer ejercicio con una temperatura de 1 grado. Eso jamás hubiera pasado antes. Me impresiona como el cuerpo se adapta. Me impresiona como llego a la tienda y por ser miembro me dan un descuento inmediato. No después, sino en ese momento. Corro para ir a comprar a la única tienda donde se puede comprar alcohol. Solo hay una donde puedo conseguir vino blanco, tequila, champagne, lo que sea. Solo una. Así que corrí para comprar lo que me tocaba. A todo te vas acostumbrando.
En Oslo, hace cuatro años, cuando llegué al aeropuerto pensé qué sería esa locura de todos irse avalanzados a comprar alcohol. Hoy hace exactamente cuatro años llegue por primera vez a Noruega como turista. Pero bueno, ahora como residente, entiendo el por qué todos corrían a comprar botellas y botellas. Yo para mis adentros decía, qué fregados voy a hacer cargando botellas de alcohol aparte de las dos maletas que traía. ¡Qué risa! Según yo encontraría una tienda en el centro y allí compraría. ¿Cuál tienda? ¡Ninguna! Todo estaba cerrado y no había donde comprar alcohol para año nuevo. Lo bueno es que iba a ir a un restaurante y casi se me cae el pelo al ver cuánto costaba una margarita. Así que disfruté la música, la comida, el ambiente, y el beso de año nuevo. Sí, el beso de año nuevo para pasar del 2019 al 2020. Qué manera de empezar el 2020. El 2020, año que vino a mover todo. El año que vino a despertarme. A despertarnos.
Mis planes truncados de ir a ver las auroras boreales con unas amigas, mis ahorros de tres años ya listos para cumplir un sueño ya no eran suficientes para ir sola. En el espíritu de Navidad una familia me abrió las puertas de su casa solo por referencia de una amiga mía. El plan para ver las auroras no incluía Noruega. Mi amiga y su esposo me abrieron los ojos a la posibilidad de ir a un país que no tenía en mente. Hoy hace cuatro años llegué a Noruega como turista. Venía a algo. A reconocer un lugar que era muy mío pero que no tenía idea que lo era. Mis hijos y yo emprendimos un viaje a lo desconocido. Empieza el recorrido.